sábado, julio 22, 2006

2 horas y 14 minutos y luego

He lamentado estar lejos estos días, cuando ha debido ser difícil la ruptura, cuando el lastre de los años y del cansancio pesa tanto. Porque entiendo de cansancios. Y quizás, sobre todo, porque en el espacio de la ruptura hay un espacio para estar y que no puedo ocupar. Lo llevaba clavado, y hoy por fin tomé el teléfono para llamarlo.
Y sentí hablando con mi hermano, escuchando su sencilla sabiduría explicarme a Virginia, cuánto ni una sabiduría elemental he construído. ¡Qué poco soy! Qué poco sé, que poco entiendo, qué poco tengo.
Algo tengo, algo tuve, algo que he perdido y que necesito encontrar o consumirme, o seguirme consumiendo. (Algo debí haber tenido para ser bendecido: mi familia, Martha Isabel, Pascale, Vivian...)

Mierda.

Cómo chillo.

Si pudiera decir: tapo... tacho, tacho.

Hay algo que me hace pensar demasiado en las cronologías, en las biografías como deben ser y que debo sacarme del cerebro... No es el motivo correcto.

Tengo niebla.