domingo, febrero 20, 2005

Fisher

Llegué jugando a vos y de andar los días como si vos, la inocencia, la belleza, no existieras, no supe verte. Qué vértigo es verme cuando te veo! Mackandal dijo algo cierto de vos: sos la misma. Cada una de ustedes es la imagen precisa de las demás, como un niño es todos los niños. Espejo y noche te miro y me veo y veo al mundo y no quisiera más ser el que va a despertar después y va olvidarse. Quisiera ser ese que ves, ese que invocás y que pierdo. Ese. No yo mismo, sino ese otro, Isabel, Pascale, mi madre, mi hermana, mi tía Norita, o la madre biológica que por amor me dejó suavemente en la corriente. Esa mujer que, dándonos la vida (como se da el día cuando con una caricia nos hacen despertar), nos son.