nadar
en ese entonces compartía apartamento, el del mortiñal, con la tana. había piscina cerca, una pequeña, y ya no recuerdo por qué me entraron las ganas de nadar (ahora que releo creo que fue que una amiga de marthica me contó que estaba en clases de natación). nunca lo había hecho, digo, nada diferente a chapucear en el agua o nadar estilo cauquita (tuve de adolescente chiquito clases de natación en la cruz roja, pero no recuerdo haber aprendido mucho...). le pregunté entonces a la tana como era la vaina para nadar braceando y me explicó, y que la respiración y que los brazos y la patada y que tal... iba en las mañanas. debió haber sido en esa época excesivamente feliz en que con lo que hacíamos con las abejas (muestreos mensuales) alcanzaba a vivir. la pequeña piscina usualmente estaba sola y yo nadaba primero a lo ancho, que no debían ser más de diez metros y luego a lo largo, como 25. ahí le fuí haciendo de a poquitos. la primera vez que nadé en piscina grande fue en algún viaje a bogotá, en la de compensar, y recuerdo que luego de la primera piscina quedé totalmente exhausto. así que al volver a cali comencé a ir a la piscina del estadio. el cabello se empezó a poner todo monstruo de los mangones, así que nuevamente me rapé.
allá iba a nadar cuando lo de martha isabel. creo que nadar era lo único que evitaba sentir que enloquecía, creo que nadaba y dejaba un rastro de sangre y dolor en el agua. aún en medio del dolor de los meses que siguieron, era feliz cuando nadaba... ahora iba también a la piscina de la san buenaventura, siempre tan solitaria, feliz en el agua, bajo el sol... era hermoso ver el sol iluminar la piel de mis brazos, mirar el cielo entre las brazadas...
nadar fue de lo poco que quedó de los días felices, uno de los pocos hábitos que permanecieron. luego viajé a brighton y nunca pude nadar allí. luego volví a nadar en piscina como a los dos años de volver a bogotá. la primera vez después esos años que volví a una piscina estaba que lagrimeaba de alegría. hice cursos (espalda, libre) y durante algunos meses me volaba de la universidad para ir a nadar. luego se me complicaron los horarios. y hoy después de varios meses, volví a nadar. ahora ojalá pueda ir al menos una vez a la semana.
pero no es lo mismo que nadar bajo el sol.
no es lo mismo que nadar en el mar.
allá iba a nadar cuando lo de martha isabel. creo que nadar era lo único que evitaba sentir que enloquecía, creo que nadaba y dejaba un rastro de sangre y dolor en el agua. aún en medio del dolor de los meses que siguieron, era feliz cuando nadaba... ahora iba también a la piscina de la san buenaventura, siempre tan solitaria, feliz en el agua, bajo el sol... era hermoso ver el sol iluminar la piel de mis brazos, mirar el cielo entre las brazadas...
nadar fue de lo poco que quedó de los días felices, uno de los pocos hábitos que permanecieron. luego viajé a brighton y nunca pude nadar allí. luego volví a nadar en piscina como a los dos años de volver a bogotá. la primera vez después esos años que volví a una piscina estaba que lagrimeaba de alegría. hice cursos (espalda, libre) y durante algunos meses me volaba de la universidad para ir a nadar. luego se me complicaron los horarios. y hoy después de varios meses, volví a nadar. ahora ojalá pueda ir al menos una vez a la semana.
pero no es lo mismo que nadar bajo el sol.
no es lo mismo que nadar en el mar.