en la mañana
Borges y Kawabata. No debería sino bastar la presencia de los muertos para ser feliz. Anoche casi aullaba de dicha con Vivaldi. En cambio los vivos... el placer de la carne, la angustia de la ausencia; cosas torpes aún cuando son sutiles: el temblor de tus manos y tu sonrisa. En estas noches textos sobre budismo que señalan una puerta y me humillan. No hay presencia que consuele tanto como el arte, ese absurdo milagro de simio. De resto, el vacío.