lunes, septiembre 19, 2005

Un regreso y una ausencia

Esta ponencia me evoca mi voz leyéndola, a Terry, los días en que luchábamos de esa manera pequeña y casi simbólica por unos indígenas que defendían su tierra de la avidez de las multinacionales del petróleo y el gobierno. Mi voz: llevaba algunos días agripado y ese día amanecí afónico. Antes de comenzar, le pedí a la gente (el auditorio estaba lleno y yo pasmosamente tranquilo) que pasara a los puestos vacíos de adelante para no tener que forzar mucho la voz. Pero salió limpia y profunda. Como cuando leí la ponencia sobre las corridas de toros. Terry y aquellos días: el día que lo conocí en la universidad cuando yo buscaba al que había organizado un foro con indígenas U'wa del que acaba de salir y al que llegué por casualidad... y todo que comenzó con eso. El camino que fuimos siendo Kwika, que andamos juntos con Julieta, Luisa, Martha Isabel, Ricardo y otros que olvido. Creyendo. Brillando.

Me sentí regañado transcribiéndola.
Me sentí acusado de perder esa inocencia, esa intensa ternura, esa capacidad de abrazar y de tocar y de decir.
A veces creo. Esa noche no hace cuatro meses en Cali en que volvimos a encontrarnos después de tantos años Hernán, Terry, Ricardo y yo para soñar una escuela rural.
Y de nuevo el cansancio y la derrota. Me siento sucio de mí mismo y de otros: tantas pobres tristes bestias humanas que he sido y he encontrado en estos años de ciudad-alcantarilla...
Y lo que más quiero ahora es dejar de ser lo que pido en esas palabras, dejar de ser parte y ser este fingimiento, esta sombra que arde fría y se consume. Y encerrarme en un laberinto y no saber del mundo más que un asombro egoísta hecho de ciencia, de números autistas, de modelos que me encierren y me callen y me digan que ya pasaron los otros días.