vos y milagro
Acabo de regresar de escuchar a Pieter Wispelwey. A pesar de que cuando supe la semana pasada que su repertorio iba a ser de compositores que yo desconocía, y del siglo 20, la crítica entusiasta sobre sus interpretaciones no me dejó dudas sobre ir. Llamé a Vivian recién tomada la decisión y compré boletas para ambos.
(Qué hermoso ir con vos. Como siempre, pongo en tus manos las heridas de esta piel frágil.)
El programa incluía la Suite No. 1 de Reger (con hermosas remembranzas barrocas), la Suite No. 1 de Britten (la experiencia onírica más hermosa que he sentido en un concierto: un viaje, un viaje...) y la Sonata Opus 8 de Kodály (un despliegue asombroso de virtuosismo). El encore fue un adagio que no reconocí ni creo conocer (un suave, intenso devisceramiento, una caricia por debajo de la piel hasta los huesos)...
Y esta euforia. Y la paz y la dicha de que la acompañes.
(Qué hermoso ir con vos. Como siempre, pongo en tus manos las heridas de esta piel frágil.)
El programa incluía la Suite No. 1 de Reger (con hermosas remembranzas barrocas), la Suite No. 1 de Britten (la experiencia onírica más hermosa que he sentido en un concierto: un viaje, un viaje...) y la Sonata Opus 8 de Kodály (un despliegue asombroso de virtuosismo). El encore fue un adagio que no reconocí ni creo conocer (un suave, intenso devisceramiento, una caricia por debajo de la piel hasta los huesos)...
Y esta euforia. Y la paz y la dicha de que la acompañes.