martes, octubre 07, 2008

De profundidades abisales

Hoy te perdí, Ligia Natalia, con tu rostro de princesa y tu sonrisa que lo iluminaba todo. Fue un regalo haberte encontrado... Te perdí estúpidamente. Te perdí para esto, para sentir este vacío de todo, de tu piel y tu sonrisa, de tu olor. De tu piel que es también vacío, vacío sobre vacío, de tu piel que es esta soledad que sin saberlo de rabia se hiere y quiere matarse, que se odia, que se cansa, que cae en el abismo y cayendo te encuentra y quiere perderse en vos... Te perdí para saber que caigo y que este es el abismo, que la felicidad de estos meses está sucia y no tanto porque alguien como vos me falte, sino porque está esa ausencia que no debería importarme, porque la ausencia y la soledad que están allí insidiosamente ocultas fueron el primer paso hacia la caída, porque estos retorcijones de mamífero son una condena que la desidia no deja quitarse de encima, no deja escupir y solo queda este dolor que es merecido y necesario... pero que no debió tocarte, nunca. Nunca.

Es el único remordimiento. Lo demás ocurre. La gravedad es el sentido de cualquier caída. Y caigo.