domingo, febrero 27, 2005

marciana

no importaba que fuera lejos. tenía que verte. fui. a saberte. a viajarte. a escucharte contarme de los duendes que ves y te cuidan, de tu padre muerto que llegaba a besarte con labios untados de tierra antes de que abrieras los ojos al despertar, de tus viajes intempestivos sin un peso a andar siete horas en la montaña y dormir sin techo ni abrigo, de tu hígado destrozado por el alcohol, del castillo de hielo que habitabas cuando eras alguien así como una princesa pero no eras hija de un rey, de la novela sobre árboles y demonios que escribís, de la historia de la puta que va a regalar su hijo de la que estás haciendo un documental, a sostener en mi mano la cosita que traías envuelta en una bufanda en tu maleta en la que también estaban tus cuadernos y el libro que estás leyendo y que hiciste con palitos y plumas y una piedrita que ibas recogiendo de la calle al andar, a (los quieres ver? ... léete... estos... ya vengo) leer de tu letra tres de tus tantos poemas y (este me gusta mucho, quieres que te lo lea?) escuchar de tu voz otro más mientras tus palabras me llenaban de vidrios la boca y de sangre los ojos, así con esa rabia triste dolés, así de plena sos, tan frágil, tan bella, tan niña.
y yo tan pulcramente agonizante, nada, nadie, a tu lado. tan inútil, tan derrotado, tan sin haber vivido, tan cobarde... tan incapaz de llevarte a la montaña esta noche cuando las ganas de perderte de vos misma eran tan fuertes, de huir para beber y gritar. tan burgués, tan inútil, tan torpe, tan conveniente, tan convencional.
y vos tan grande, tan real. tan viva. tan sagrada.
(un día subí a los altos de cazucá. allá conocí una escuela, y una niña de no más de 20 años -como los tuyos- que era en ese momento la directora (y yo que no tengo nada sino unos putos papeles que dicen que sé y no sé nada, que soy y no soy nadie) mientras ella hablaba de todo eso que ella hacía y que yo jamás, jamás, dios de los ateos, jamás haré...)
si fui alguien esta noche, fue cuando vos me dijiste: no todos los días uno conoce a alguien como sumercé. y sonreías entre tus trencitas más hermosa que la primera vez que te hice sonreír. gracias por la bendición... no la merezco, pero gracias. gracias. gracias. no todos las noches ocurre un milagro como vos.