domingo, agosto 20, 2006

Nana

Me llama todos los domingos mientras anda haciendo el aseo de su casa. Me cuenta de su maestro, de su marido y sus niños, de los animales de su shelter y de su amor por este país que la deja ser la loca feliz que es. Mi levitadora.
Me pregunta siempre cuándo voy a ir a verla. Yo no sé cuándo, pero ya tengo pensado un esqueleto del viaje: unos días para verla y hablar horas con ella y conocerle los niños grandes y los possums y volver a ver al buena papa de Fernando. Luego bajar al parque natural que queda en la punta sur y de ahi subir al desierto, pasar por Uluru, visitar ese lugar sagrado y mi manera hacer pagamento, y seguir hasta el norte y quizás regresarme por la gran barrera. Pero así el tiempo y el dinero no alcancen, por lo menos ir a verla. Y mostrarte donde estás, acá, adentro.