The Pride. The Rage.
Oriana Fallaci. Un nombre que me evocaba, y aún me evoca, un ideal de resistencia contra el poder: "I have always looked on disobedience toward the oppressive as the only way to use the miracle of having been born." Por eso, me ha sido difícil reconciliar esa imagen profundamente arraigaida desde la lectura de su Entrevista con la Historia y Un Hombre, con la Fallaci post-11S. Pero quizás la explicación sea sencilla. Es la rabia, el orgullo. Dos atributos esenciales de Fallaci que difuminé bajo la imagen de la Fallaci tierna que era al lado de Panagulis. Ellos me representaban la encarnación de un amor hasta un límite superior, del amor que no deja de ser algo profundo así esté infectado de lo que nos hace brutales y estúpidos. Un nosotros, especie antropoide, sublimado sin falacias.
En el relato de su amor doloroso con Panagulis, Fallaci deja entrever un detalle que siempre tengo presente al recordar el libro. En una de las crisis de Alekos, Fallaci lo encuentra en medio de su apartamento destrozado. Sobre una lámpara florentina Fallaci elabora desde el dolor una visceral descripción de lo que para ella encarna los ideales de la belleza, una belleza occidental, destrozada por una bestia que ella ama.
Eso es la Fallaci de los últimos años. Una anciana orgullosa de su apreciación por los ideales de una estética en decadencia, en ocaso, y furiosa de la vejación de los musulmanes, de su irrespeto por esos ideales, furiosa por la postración, la casi suicida, humillante sumisión occidental ante los vejámenes.
Entiendo a la anciana. Entiendo su infierno de rabia y orgullo. Se ha ido chillando su histeria. Ojalá uno pudiera decir que algo de ella ahora descansa en paz. Algo, que ya no es ella, se pudre. Su legado, su lucidez fatal y triste de Cassandra quedan.
Yo prefiero seguir evocándola tierna. En ese obra de amor que siempre me arrasa hasta las lágrimas. Gracias, Oriana.
"I am capable of everything if I get angry."
Ciao, Oriana.
En el relato de su amor doloroso con Panagulis, Fallaci deja entrever un detalle que siempre tengo presente al recordar el libro. En una de las crisis de Alekos, Fallaci lo encuentra en medio de su apartamento destrozado. Sobre una lámpara florentina Fallaci elabora desde el dolor una visceral descripción de lo que para ella encarna los ideales de la belleza, una belleza occidental, destrozada por una bestia que ella ama.
Eso es la Fallaci de los últimos años. Una anciana orgullosa de su apreciación por los ideales de una estética en decadencia, en ocaso, y furiosa de la vejación de los musulmanes, de su irrespeto por esos ideales, furiosa por la postración, la casi suicida, humillante sumisión occidental ante los vejámenes.
Entiendo a la anciana. Entiendo su infierno de rabia y orgullo. Se ha ido chillando su histeria. Ojalá uno pudiera decir que algo de ella ahora descansa en paz. Algo, que ya no es ella, se pudre. Su legado, su lucidez fatal y triste de Cassandra quedan.
Yo prefiero seguir evocándola tierna. En ese obra de amor que siempre me arrasa hasta las lágrimas. Gracias, Oriana.
"I am capable of everything if I get angry."
Ciao, Oriana.