miércoles, diciembre 06, 2006

Jhans Vanegas, soldado

"Uno de los ocho hijos de una familia humilde del barrio Miramar, de Medellín, que solo había estudiado hasta quinto de primaria, a los 21 años decidió meterse de soldado profesional, en busca de un sueldo fijo. Era 1995 y apenas salió del curso de contraguerrilla, lo enviaron con la Brigada Móvil Número 1 al frente de guerra.

"Un día entramos en combate, en Uribe, Meta. Duramos como dos horas peleando y nos comenzaron a lanzar grandas de mortero. Vargas, con el que compartía cambuche, cayó herido en una pierna. Gritaba mucho y me quedé con él. Lloramos. El enfermero lo canalizó, pero la sangre no se detenía. Empezó a decir que quería ver a su mamá hasta que murió".

La muerte de Vargas le cambió el destino. Vanegas decidió hacer un curso de enfermero y comenzó a patrullar con su fusil y con un botiquín, lleno de medicamentos y 18 bolsas de suero.

El combate para él duraba cuando uno caía herido. "Me tocaba rescatarlos y estabilizarlos. Una vez me pegaron un tiro en un pie por ir por un compañero. Uno se casa con el herido hasta que lo saquen en el helicóptero. Si está mal, nunca se lo dice. Salvé a muchos, pero también muchos murieron en mis brazos".

Vanegas salía a hacer cursos de enfermería y volvía con la Móvil 1 a la selva. "Lo más duro fue una vez que murieron cuatro compañeros y no pude llegar a ellos por el fuego. Levantaban las manos y uno se sentó y lo impactaron. Fue muy horrible".

Salvando vidas se le pasaron los años, hasta que lo trasladaron a Medellín, en donde le encomendaron atender a los heridos que transportaban en los helicópteros Black Hawk de las zonas de combate a los hospitales.

"Una vez nos tocó recoger a 17 en el Chocó. Pero no cabían. Me llevé los más graves. Después volvimos por el resto. Todos se salvaron".

En un cajero automático, un día de descanso, conoció a Mónica Colorado. Fue un tiro al corazón. Al día siguiente se fue a vivir con ella a una casa arrendada en Aranjuez. Ella ya tenía tres hijas y los dos tuvieron a Miguel Ángel.

El día que su vida cambió

El año pasado, cuando completó el traslado de 450 heridos, le dieron de premio un viaje de ocho meses al batallón Colombia, en el Sinaí. Regresó hace seis meses y lo enviaron de enfermero a la compañía Atacador. Pero su vida cambió el pasado 24 septiembre, cuando estaba en una operación para capturar a cinco guerrilleros en San Luis (Antioquia) y, a la 1:30 de la tarde, pisó una mina.

"Me vi en el aire y caí de cabeza. Comencé a gritar. Todo me temblaba. Me vi un pedazo de carne colgando en mi pierna izquierda y un pedazo de hueso. Cuando me vi el otro, le di gracias a Dios de que me hubiera dejado un pie".

A Vanegas le tocó atenderse. Se canalizó una vena, mientras sus compañeros le hicieron un torniquete. "Sangraba por la pierna que tenía completa. Estaba fracturado y se rebosaba la sangre".

Vanegas esperó el helicóptero contando chistes. "Las bolsas de suero se estaban acabando y si no llegaban por mí me iban a morir, pero contaba chistes".

El Black Hawk llegó a las 5 y lo llevó al hospital Tobón Uribe, donde no aguantó más y lloró como un niño hasta que se desmayó.
Estuvo seis horas en cirugía y se despertó al día siguiente, sin su pierna izquierda, pero rodeado de su familia.

Después de 22 días, salió en silla de ruedas. Todavía no está lista su prótesis y la fractura de su pierna derecha no ha sanado. Se la pasa en su casa y en las terapias de rehabilitación.

"Me encuentro muchachos que atendí en las zonas de combate y me dicen: ¡ 'Quiubo' mocho, no se acuerda que usted me salvó la vida! Me dan moral. Perdí una pierna y ya, hay que salir adelante".

Vanegas, de 33 años, espera volver a caminar en enero, seguir en el Ejército, comprar una casa propia, terminar el bachillerato y estudiar medicina. Pese a su tragedia, no pierde el humor. "Hombe, y yo que nunca me había enfermado, ni de paludismo, y ahora me vengo a dar cuenta que soy alérgico a las minas".

El soldado Vanegas recibió 20 millones de pesos del primer premio Compromiso Social CafeSalud Medicina Prepagada y la Corporación Matamoros. Pero el mayor premio de la vida de este héroe de guerra es su hijo.

-Papi, dónde está tu pierna -dijo Miguel Ángel, de apenas 3 años.

-Mi amor, es que la pierna me la están arreglando -Le contestó el soldado.

-Papi, no te preocupes, yo te presto una.

El soldado, sumido en una cama del hospital Pablo Tobón Uribe, de Medellín, no fue capaz de contener el llanto."

Luis Alberto Miño Rueda
Subeditor de reportajes
En El Tiempo, 6 de Diciembre 2006