Tengo un cierto don para que la gente se sienta bien conversando conmigo. Es bonito, pero a veces duele. Duele porque a veces, muchas, lo utilizo. Duele porque me deja asomarme a mundos desde donde me miran hermoso... mundos que me quedan lejos. Lejos. Y hoy, después de ver la familia de Leonardo... todo dolió. Dolió no haber tomado la decisión de presentarme al trabajo que me habían propuesto, organizarme y cruzar los dedos para encontrarte. Porque quiero que seás vos, que seás alguna de tantas niñas de corazón feliz y limpio que conozco y sos nadie. Nadie. Yo juego a veces a engañarme y pensar que sos alguna, pero sos nadie. Y juego entonces a que sos todas, o que ya no existes y sólo queda el recurso de olvidarte bebiendo el tedio y embriagarme. Y utilizo mis palabras que hablando escuchan. Y escupo sobre un don que debería ser bonito pero que convierto en un motivo más de tristeza y vergüenza. Caigo. Está oscuro. Y sos nadie. Y yo, un cobarde.