Paulina
Te encontré por la costumbre que tiene mi lujuria mi desencanto mi cinismo de buscar placeres que no comprometan. Tengo todas nuestras conversaciones por messenger, pero no quiero mirarlas ahora. No quiero decir que fui para vos, pero muchas veces, en esas semanas virtuales y a veces telefónicas, fuiste una tenue alegría, ya desprovista de lujuria.
Pero adoleces de lo que casi todas: dependes de un macho de tu especie para sentirte alguien. No alguien en un sentido trascendente, sino alguien en un sentido básico, como frente a un espejo que te constate, un reproche, una sonrisa.
Y es de las pocas cosas que no soporto. No quizás el hecho en sí, sino que hayás escogido a alguien que vos misma, en los momentos de desencanto, reconocés como un imbécil.
Y dejé de hablarte.
Pero adoleces de lo que casi todas: dependes de un macho de tu especie para sentirte alguien. No alguien en un sentido trascendente, sino alguien en un sentido básico, como frente a un espejo que te constate, un reproche, una sonrisa.
Y es de las pocas cosas que no soporto. No quizás el hecho en sí, sino que hayás escogido a alguien que vos misma, en los momentos de desencanto, reconocés como un imbécil.
Y dejé de hablarte.