Ricardo
Me gustan los tranquilos días que le suceden a las noches que bailamos. Algunas veces ir a comprarle una pastilla que le ayude al hígado a desintoxicarse, recordar el ridículo que hicimos y a las mujeres a las que nunca les hablamos, hablar de literatura, de virus, de cine, del mundo que se desangra.
O volver borracho y despertarlo y dejar que me escuche los asombros o los miedos o el cansancio.
Y los días entre semana que son de las abejas: los receptores de membrana por las que llegan a las orquídeas o a la cópula. O cuando me habla infatigable cómo harán las mentes para aprender cosas: la evolución, el ajedrez, el origami...
Y desahogar en él los torpes días que ocurren desde que luego de Martha Isabel me deshago. Los nombres que se harán anónimos. Las pieles que he olvidado.
Nos reímos. Nos callamos.
Las tantas memorias. Los tantos dolores en que no estuve. Las soledades.
Me preguntaste tras una pausa asombrada: Todo eso?
Sí, hermano, hace 16 años...
O volver borracho y despertarlo y dejar que me escuche los asombros o los miedos o el cansancio.
Y los días entre semana que son de las abejas: los receptores de membrana por las que llegan a las orquídeas o a la cópula. O cuando me habla infatigable cómo harán las mentes para aprender cosas: la evolución, el ajedrez, el origami...
Y desahogar en él los torpes días que ocurren desde que luego de Martha Isabel me deshago. Los nombres que se harán anónimos. Las pieles que he olvidado.
Nos reímos. Nos callamos.
Las tantas memorias. Los tantos dolores en que no estuve. Las soledades.
Me preguntaste tras una pausa asombrada: Todo eso?
Sí, hermano, hace 16 años...