Sandra Tunubalá
"(...) Antes de partir, su madre la da la bendición, cien mil pesos que les quedaron de la cosecha de café y le recomienda que se porte bien, que no vaya a fiestas porque de eso solo quedan embarazos.
Baja de su casa por el camino que usan los caballos y se va a despidiendo de los campesinos. Se sube a un viejo Jeep rumbo a Inzá, la cabecera municipal, donde se embarca en una chiva que la deja con su cargamento en el parque de La Plata (Huila). Allí toma un bus y seis horas después amanece en el terminal de Bogotá. Toma un taxi que la deja en una casa del barrio Teusaquillo.
(...)
La vida de la ciudad ha sido difícil. “Al principio me dio muy duro respirar ese aire con contaminación”, recuerda la joven, que el primer día de clases llegó preocupada a contarles a sus compañeros que no sabía qué pasaba en esta ciudad, que saludaba a todos los que se encontraba en la calle y no le respondían. “Es que en el pueblo uno les dice buenos días a todos”.
Los amigos de la universidad le dicen Tunubalá, le explican las materias difíciles y la invitan a comer pizza, aunque ella prefiere la ‘caucharina’, una mezcla que carga en un tarro, de maíz seco molido y azúcar.
Vive feliz, pese a estar lejos de sus montañas. Le gusta ir los domingos al Parque del Renacimiento, que construyeron donde quedaba el Cementerio Central, donde se acuesta en el prado. (...) "