el año pasado, una tras otra, conocí dos poetas. cuando conocí a la segunda, aún no escribía. con su malgenio regular despachó la posibilidad de escribir cuando se lo sugerí. la primera ya estaba consumida por sus infiernos. la segunda eventualmente encontró la palabra escrita para narrar los suyos. lo terrible de ésta, es que yo hacía parte primordial de esos horrores. no, no yo. una obsesión de la cuál yo era un objeto complejo.
a la primera la abandoné a sus horrores. supe después la historia del cabello cortado frenéticamente, el vestido de quince y la rata arrullada...
a la segunda volví no sé por qué... porque extrañaba su ternura esencial, extrañaba poderla oír y que me escuchara... esos lupanares que no se encuentran...
ella misma tomó una sobredosis de pastillas para tratar de apagarse pero por asuntos triviales terminó pasando una larga noche en una clínica, sin consecuencias.
pero escriben, mejor que nadie vivo que yo haya leído.
las poseen los demonios que a mí me despreciaron y me dejaron viviendo esta vida tibia, complacida, complaciente...
soy sólo un testigo, cobarde, de los infiernos...