martes, octubre 21, 2008

Demeterova y Steidl

El viernes antepasado fuí con J y L a comprarles las boletas para el concierto de Ratt. Unas malas indicaciones nos llevaron a la taquilla de la Sala de Conciertos de la BLAA. Ví anunciado el concierto del miércoles siguiente: violín y guitarra, checos, tocando a Paganini, Bach y Piazzolla. No había boletas. Pero podría haber al día siguiente. Regresé con Adriana a comprarla.

Fue un hermoso concierto, de ojos aguados desde el primer adagio. Vodicka, Paganini, Giulani, Bach, Domeniconi, Obrovska, Piazzolla. Todos hermosos.

Hace mucho tiempo no iba. Y regresé a escuchar uno de los más conmovedores conciertos de cámara que he escuchado.

Poco a poco regreso.

Lentamente.

Adriana

Ya había sido feliz contigo. Mal comienzo pero hubo un buen día a la semana después o la siguiente.

Pero el mejor fue varias discusiones después, varias semanas, en que una noche de viernes fuimos a un concierto que no era, sino una conferencia de prensa, a la que mientras esperamos recorrimos obras de arte de estudiantes, y después nos salimos para ir por la cámara y volvimos para que agarraras al cantante saliendo del baño y le pidieras el autógrafo y te tomara la foto. Luego fuimos a beber algo. Pasamos la noche juntos. El sábado fuimos a la Luis Angel, yo quería una boleta para un concierto de violín y guitarra... como tocaba esperar fuimos a dar vueltas entre las exposiciones. Varias exposiciones. Me afilié a la biblioteca y tomamos un café. Fue una tarde bonita. Te fuiste cuando terminaba.

Era tan fácil ser felices.

Acá deberían comenzar los reproches. Pero no debo. ¿Para?

Mejor acá dejo la tristeza. Esa frustrante tristeza.

martes, octubre 07, 2008

De profundidades abisales

Hoy te perdí, Ligia Natalia, con tu rostro de princesa y tu sonrisa que lo iluminaba todo. Fue un regalo haberte encontrado... Te perdí estúpidamente. Te perdí para esto, para sentir este vacío de todo, de tu piel y tu sonrisa, de tu olor. De tu piel que es también vacío, vacío sobre vacío, de tu piel que es esta soledad que sin saberlo de rabia se hiere y quiere matarse, que se odia, que se cansa, que cae en el abismo y cayendo te encuentra y quiere perderse en vos... Te perdí para saber que caigo y que este es el abismo, que la felicidad de estos meses está sucia y no tanto porque alguien como vos me falte, sino porque está esa ausencia que no debería importarme, porque la ausencia y la soledad que están allí insidiosamente ocultas fueron el primer paso hacia la caída, porque estos retorcijones de mamífero son una condena que la desidia no deja quitarse de encima, no deja escupir y solo queda este dolor que es merecido y necesario... pero que no debió tocarte, nunca. Nunca.

Es el único remordimiento. Lo demás ocurre. La gravedad es el sentido de cualquier caída. Y caigo.