miércoles, febrero 22, 2006

la soledad

ayer, de tanto hablar con María, que llevaba perdida más de seis meses, me escuchaba pensarme. pensar lo que escribí abajo, pensar en la soledad aterradora y feliz que me espera al otro lado del mar, perdido de mi familia y mis amigos, perdido de las mujeres que sólo el trópico de estas Américas tiene, perdido de mi idioma y de esta tierra que huele a tantas cosas podridas y vivas.
la soledad de una rutina que ojalá sea de libros y papers, de nadar y hacer tai-chi, de mirar el río e ir al mar, da caminar los parques y los bosques, de meditar acaso...
de encontrar a ese que dejé refundido entre la torpeza de dejar pasar los años e irme convirtiendo en lo que el mundo quiere que uno sea y que uno olvida que no ha querido ser ni haber sido.

lo inútil y lo importante

Quizás sea bueno para esto. Algo despistado y sin toda la jerga asimilada, pero es sobre todo una cuestión de sentido común entender estas vainas ambientales. Me cansa la torpeza de las visiones provinciales, tramadoras, hablamierda. Me conmueve la ingenuidad de la gente buena, la visión de la gente brillante en estos temas. Y antes que todo, sé que es necesario que se haga lo que se hace: buscar beneficios para la gente que vive al borde de los montes para que los montes sigan siendo.
Pero, como hace 7 años, vuelvo a saber lo mismo:
Tengo la tara de la academia. Me gustan las cosas inútiles y que me llenan de asombros. Sobreviví 5 años en un antro por los artículos que de vez en cuando leía y para los cuáles tenía tiempo.
No decir de esta agua no beberé, pero ojalá resulte más bien el viaje lejos, a tratar de entender cómo entienden el mundo los chiquitos que todavía ni hablan. A jugar con cosas inútiles y pensar problemas enredados que no importan ni resuelven nada de lo importante: ni la tristeza, ni la desolación, ni el hambre, ni la guerra.

Helena

Durante un par de días entre las montañas heridas por torpes carreteras nos acompañó en las travesías. Una campesina flaca y bonita ya a sus veinte con una niña de cuatro.
Luego del regreso a su casa (qué extraño, y qué revelador sobre la verdaderas fortalezas que no tengo y que quisiera, verla con pantaneras, machete y canasto a la espalda) supe la historia de su padre asesinado frente a ella cuando era una niña. Asesinado por ser el enfermero de las veredas, por ser enfermero para todos en una zona de guerra.
¿Y uno qué sabe de horrores?