La hermana del sicario
De heridas que no sanarán:
Dayana lloraba mientras me contaba cómo había sido humillada por la pudiente y burguesa familia de la novia de su hermano. Lloró también por el miedo a que a él, en su oficio de "hacer vueltas" le pasara algo. Me hablo de su devoción por él y por la virgen.
Hay una perversa inocencia en las formas "equívocas" en que las injusticias sociales han forzado a vivir a muchos de las clases populares nuestras: La demanda de asistencialismos paternalistas, el crimen. Una inocencia donde convive el afecto profundo, la ternura, con el odio y el desprecio por la vida de los otros. La premisa es sobrevivir. Son esquemas culturales profundamente arraigados que caen en la barbarie y el horror cuando además el oligarca, además de exhibir ante ellos las distancias que los separan, los agrede, los roba, los viola, los asesina y los desplaza.
De esas heridas abiertas hace más de 500 años está hecha mi patria.
Y no sé de nadie que entienda cómo tratar de sanar esas heridas.
Y no sé si yo quiera vivir en medio de esta sociedad exhuberante pero funesta, que celebra todos los días la vida con las manos ensangrentadas.
Dayana lloraba mientras me contaba cómo había sido humillada por la pudiente y burguesa familia de la novia de su hermano. Lloró también por el miedo a que a él, en su oficio de "hacer vueltas" le pasara algo. Me hablo de su devoción por él y por la virgen.
Hay una perversa inocencia en las formas "equívocas" en que las injusticias sociales han forzado a vivir a muchos de las clases populares nuestras: La demanda de asistencialismos paternalistas, el crimen. Una inocencia donde convive el afecto profundo, la ternura, con el odio y el desprecio por la vida de los otros. La premisa es sobrevivir. Son esquemas culturales profundamente arraigados que caen en la barbarie y el horror cuando además el oligarca, además de exhibir ante ellos las distancias que los separan, los agrede, los roba, los viola, los asesina y los desplaza.
De esas heridas abiertas hace más de 500 años está hecha mi patria.
Y no sé de nadie que entienda cómo tratar de sanar esas heridas.
Y no sé si yo quiera vivir en medio de esta sociedad exhuberante pero funesta, que celebra todos los días la vida con las manos ensangrentadas.