Ted es de Canadá, de donde parace que sale mucha gente bonita y buena gente. Debo verme muy chistoso a su lado, porque él es larguísimo, pero no había caído en cuenta mucho de su larguero hasta la última vez que lo ví, después de casi 6 años, ese día que, mientras esperábamos su taxi, el que lo iba a llevar al avión que lo iba a llevar a Melbourne, medio trataba de decirle lo que no había alcanzado a contarle ese ni el día antes. Pero luego tuvo la paciencia de leerme el cuento por e-mail. Yo sé que no lo convence mi propuesta para el doctorado, y que debe pensar que soy, por lo menos, pintoresco. Pero lo piensa bonito, así como es él. Así, tal como quedó dibujado entre lo que escribió en su carta de recomendación para mi aplicación de la beca acá, la carta que me dejó el ojo aguado y el resto del viernes contento.
Yo no sé que salga de esto de estar acá y de buscar doctorado por estos lados. No me hago ilusiones. La verdad sueño más con las cosas que podría hacer de vuelta. Pero si entre las opciones estuviera irme a Otago a hacer el doctorado con él, no lo pensaría demasiado. Un país de ideas más verdes, que tiene (y usa) como idioma oficial el maorí, una universidad cerca al mar, y un man que no sólo me hace pensar mejor lo que pienso sino que además es una persona buena. No importa mucho que haga frío. ¿No es cálido todo el resto?