lunes, agosto 28, 2006

al otro lado del mar




Volé todo un día sobre el mar, pero no había vuelto a tocarlo. La última vez debió ser aquella tarde que volví a la playa donde mi triste princesa jugaba con el mar, la vez que busqué conchas para la niña que las ama. Ayer el mismo océano, desde otra orilla, al otro lado del mundo. Me gusta caminar para llegar al mar, escucharlo antes de verlo. Ayer un pedacito de día junto al mar.
Brisbane no queda tan cerca como quisiera del mar. Quiero vivir de nuevo junto al mar. Escucharlo. Sentirlo, agradecerlo. Hablarle. Vivir de nuevo. Junto al mar.

domingo, agosto 20, 2006

Pero no.

Debería bastarme el cielo, contar cada estrella sujeta a la oscuridad y contar en ellas mi rabias y mis miedos, hasta quedarme dormido con los ojos abiertos.

Historias sobre niños

Para recordar por qué.

Nana

Me llama todos los domingos mientras anda haciendo el aseo de su casa. Me cuenta de su maestro, de su marido y sus niños, de los animales de su shelter y de su amor por este país que la deja ser la loca feliz que es. Mi levitadora.
Me pregunta siempre cuándo voy a ir a verla. Yo no sé cuándo, pero ya tengo pensado un esqueleto del viaje: unos días para verla y hablar horas con ella y conocerle los niños grandes y los possums y volver a ver al buena papa de Fernando. Luego bajar al parque natural que queda en la punta sur y de ahi subir al desierto, pasar por Uluru, visitar ese lugar sagrado y mi manera hacer pagamento, y seguir hasta el norte y quizás regresarme por la gran barrera. Pero así el tiempo y el dinero no alcancen, por lo menos ir a verla. Y mostrarte donde estás, acá, adentro.

Ted

Ted es de Canadá, de donde parace que sale mucha gente bonita y buena gente. Debo verme muy chistoso a su lado, porque él es larguísimo, pero no había caído en cuenta mucho de su larguero hasta la última vez que lo ví, después de casi 6 años, ese día que, mientras esperábamos su taxi, el que lo iba a llevar al avión que lo iba a llevar a Melbourne, medio trataba de decirle lo que no había alcanzado a contarle ese ni el día antes. Pero luego tuvo la paciencia de leerme el cuento por e-mail. Yo sé que no lo convence mi propuesta para el doctorado, y que debe pensar que soy, por lo menos, pintoresco. Pero lo piensa bonito, así como es él. Así, tal como quedó dibujado entre lo que escribió en su carta de recomendación para mi aplicación de la beca acá, la carta que me dejó el ojo aguado y el resto del viernes contento.
Yo no sé que salga de esto de estar acá y de buscar doctorado por estos lados. No me hago ilusiones. La verdad sueño más con las cosas que podría hacer de vuelta. Pero si entre las opciones estuviera irme a Otago a hacer el doctorado con él, no lo pensaría demasiado. Un país de ideas más verdes, que tiene (y usa) como idioma oficial el maorí, una universidad cerca al mar, y un man que no sólo me hace pensar mejor lo que pienso sino que además es una persona buena. No importa mucho que haga frío. ¿No es cálido todo el resto?

A mi se me embolatan...

... los posts en la cabeza. Los pienso mientras ando y no creo que la mayoría sobreviviera, pero a veces quisiera que ya estuviéramos en ese entonces donde uno pudiera postear desde el soliloquio que lo trae y lo lleva.

lunes, agosto 14, 2006

Siete años sin Jaime Garzón

Jaime Garzón (1960-1999)

Ese día teníamos charla en la Autónoma, para hablar de los U'wa. Luisa me soltó la noticia y a mí se me hundió el suelo. Recuerdo mucho también una mujer que conocí por esos días y una noche que hablamos cómo lloraba con rabia por la muerte de Garzón.
Creo que no hay un crimen, en un país de crímenes salvajes, un crimen de un personaje público que me duela tanto como el de Jaime Garzón. El de Andrés Escobar me avergonzó de mi país (hace un par de semanas un sueco muy buena gente me preguntaba si no era en mi país que habían matado a un futbolista por un autogol), pero el de Jaime me dejó sin parte de las esperanzas. Jaime Garzón era la lucidez y la inteligencia y el humor que hacía catarsis del horror y la injusticia. Gracias a Jaime Garzón Colombia no era tan horrenda y tenía la dignidad de su sonrisa mueca y de la risa que nos daba. Jaime encarnó una dignidad posible, una esperanza. Y lo mataron. Puta vida. Lo mataron.
Decime si eso no te asesina la fe y la esperanza. Decime si no.
Qué hueco tan enorme dejaste, Jaime, cuánta falta nos hacés. Cuánto duele que no estés.

viernes, agosto 11, 2006

camino

Hoy me dió por llenar mi página en la webpage de la u. Bacano recorrerse. Ha sido una buena vida o no sé si simplemente es mejor contarla que vivirla. Buen río. Buena corriente. Un nadador torpe. Me pregunto si uno llega al mar. Si uno llega a una orilla y allí arma cambuche. O si uno se ahoga de cansancio. No sé si importa. No sé si para lo que importa aguante la metáfora. Quizás sea un río que transcurre desde uno, que sale corriendo de adentro, y a veces se seca o se desborda y se calma.

Ricardo B

Este man es uno de mis héroes. Es el esposo de mi hermana. Un man tranquilo y sonriente, paciente y amable. Tiene una clínica dental en Villavo y hace poco comenzó un programa para atender gratuitamente niños de una fundación. Un hombre bueno, noble y sencillo. Y ya. Uno no debería querer ser nada más en la vida, en el mundo.

Feliz

Hoy sentí la traicionera y plena felicidad que sólo puede proporcionar sentir que uno sabe qué quiere en la vida. Pertenecer. Quiero pertenecer. Quiero una comunidad donde uno sea amigo del man de la tienda y los niños jueguen en cualquier casa y todas las casas acogan a todos, quiero una casa con mucho espacio para los que quieran venir a quedarse los días que quieran, quiero ser el maestro de la escuela, quiero saber todos los días que soy útil porque pertenezco y doy y puedo confiar en la gente que tengo alrededor, físicamente alrededor, y ellos pueden confiar en mí.
Quiero eso.
Así me haya tocado vivir al menos, más de media vida para saberlo y así ya lo haya sabido antes.
Así luego nada salga o incluso me traicione y cambie.
Hoy quiero, hoy sé.